5 de noviembre, Día Internacional de las Personas Cuidadoras
- rapiegasradfem

- 5 nov
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Hoy, 5 de noviembre, se conmemora el Día de los Cuidados, una fecha para reflexionar sobre la importancia —y la invisibilidad— del trabajo doméstico y de cuidados que sostiene nuestra vida cotidiana. En este marco queremos hablar de un tema que atraviesa la experiencia de millones de mujeres: la carga mental. Porque son, sobre todo ellas, quienes asumen la mayor parte de estas tareas, desde el cuidado de hijos e hijas, personas mayores o dependientes, hasta la gestión invisible del hogar. Esta desigual distribución no solo multiplica sus jornadas de trabajo, sino que impacta directamente en su salud física, emocional y social, perpetuando una brecha que sigue siendo invisible para gran parte de la sociedad.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el tiempo que las mujeres dedican a los trabajos de cuidado y del hogar duplica al de los hombres. Ellas destinan 26,5 horas semanales frente a las 14 horas de ellos. Los hombres aún no se han implicado en la misma medida que las mujeres en el cuidado del hogar y la familia. Esa falta de reparto en las tareas domésticas lleva a que sean las mujeres quienes sigan haciendo dobles jornadas laborales, con las consecuencias que ello conlleva para nuestra salud física y mental.
A nivel físico es frecuente el cansancio generalizado, dolores y, sobre todo, determinadas enfermedades que se producen a largo plazo. A nivel psicológico, destaca la carga mental que supone para nosotras tener que gestionar las tareas y las preocupaciones del hogar y del empleo. Un estrés que, si se prolonga en el tiempo, puede tener graves consecuencias.
El concepto de carga mental fue descrito por primera vez por la socióloga Susan Walser en 1996 en su estudio Thinking about the baby. Es el síndrome de las mujeres que viven abrumadas por el cúmulo de responsabilidades de su vida cotidiana: hacer la compra y pensar qué comer cada día, acordarse de pagar a tiempo las facturas, acudir a las reuniones del AMPA, estar pendiente de las citas médicas, preparar el disfraz de carnaval. Un par de ejemplos: el 73% dice que son ellas las que se encargan de hacer habitualmente la lista de la compra y el 80% asegura que solo ellas saben cuándo es necesario poner una lavadora. Un esfuerzo que hasta hace bien poco no se tomaba en consideración, a pesar de ser el causante en muchas ocasiones del aumento de los niveles de estrés y ansiedad.
Un trabajo invisible, sin remuneración y poco valorado que pesa a muchas mujeres. Tanto es así que ni durmiendo las mujeres se desprenden de esa carga mental. Así lo refleja un estudio sobre la calidad del descanso diario en el que se preguntó a las participantes en qué suelen pensar mientras concilian el sueño. La mayor parte dijo que aprovecha para organizar los planes del día siguiente y repasar lo que ha sucedido durante la jornada.
Los datos estiman que el 71% de las mujeres sufre carga mental, mientras que solo el 12% de los hombres lo experimenta. Algo que se traduce en que la logística, planificación, coordinación y toma de decisiones en el hogar incide más en las mujeres que en los hombres. Esta situación se intensifica con la maternidad, ya que el dato sobre sufrir carga mental aumenta al 91% de las mujeres si son madres.
Las mujeres asumen así en mayor medida la educación de la infancia y el mantenimiento del hogar. El 78% de ellas siente que solo ellas se acuerdan de los festivales, cumpleaños, disfraces, deberes. El 70% dice que es a ellas a quien directamente acuden los hijos o hijas cuando necesitan algo del día a día y el 65% indica que solo ellas están en el chat del colegio.
La lista de tareas y preocupaciones que suele ocupar la mente de muchas mujeres es interminable. Además de las propias de su desempeño profesional o laboral, se añaden las propias del cuidado del hogar, que recaen con mayor intensidad en ellas, teniendo un impacto en la salud y calidad de vida de las mujeres.
Toda esta carga continua de trabajo hace que las mujeres tengan que renunciar al tiempo libre y que tengan más dificultades en el empleo, llevando a cabo reducciones de la jornada laboral, excedencias o abandonos del trabajo, como algunas de las consecuencias más directas.
Algunas de estas tareas abarcan desde garantizar una adecuada alimentación, vestimenta, mantenimiento del hogar y salud de los miembros de la familia, hasta realizar funciones de apoyo escolar, consejo y apoyo emocional, relaciones sociales o el mantenimiento de lazos familiares y comunitarios. La planificación, organización y coordinación de estas tareas conlleva el desempeño del rol del cuidado doméstico y familiar, a la vez que supone manejar e integrar una gran cantidad de información con la necesaria participación de procesos y recursos cognitivos, como la atención, la memoria, la concentración, con el notable esfuerzo psicológico que todo esto supone. Además, por la propia dinámica de las responsabilidades y la necesidad de conciliar con otras actividades fuera del entorno familiar, se producen importantes presiones temporales: agendas, citas previas, fechas límite que elevan el nivel de estrés. Por ejemplo, es habitual que las madres se encarguen de tener en mente y en su propia agenda el calendario de vacunaciones, controles rutinarios de salud, solicitud de inscripciones para actividades escolares y extraescolares, coordinación de actividades de distintos miembros de la familia y un largo etcétera.
Según un reciente estudio sobre la implicación familiar en la educación, realizado desde el Observatorio Social de La Caixa y en el que han participado investigadores de la Universidad de Oviedo y la Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias, se concluye que las mujeres están más implicadas en el día a día de los asuntos escolares de sus hijos e hijas. Este estudio destaca que más del 90% del alumnado percibe el apoyo constante de su familia para el estudio y afirma que habitualmente habla con sus progenitores de su trabajo y resultados. Las madres participan en estos procesos más que los padres. Algunos datos indican que el 80% de las madres se interesa habitualmente sobre cómo les ha ido en clase a sus hijos e hijas, mientras que este valor disminuye prácticamente a un 20% en el caso de los padres.
La carga mental en el ámbito doméstico y familiar tiene 3 aspectos que conviene destacar:
En primer lugar, no es un trabajo reconocido. Al ser un trabajo mental y cognitivo en el ámbito privado, no está cuantificado, es en gran medida invisible y, por tanto, no suele ser valorado, lo que dificulta la propia identificación de las fuentes de estrés y, por tanto, de una adecuada gestión con costes para la salud emocional, física y social de las mujeres.
En segundo lugar, genera un sentimiento de sobrecarga de no poder llegar a todo, junto con la percepción de falta de control e impredecibilidad, lo que contribuye a un incremento de percepción subjetiva de estrés. El resultado es que disminuye el grado de percepción de autoeficacia y afecta de un modo notable a la autoestima. Uno de los investigadores más relevantes en el campo del estrés, Lazarus, afirma que una persona presenta estrés solo si lo que sucede impide o pone en peligro una meta importante o transgrede expectativas altamente valoradas. En este sentido, las mujeres en el contexto del hogar, condicionadas por las normas de género, vivirán con elevado estrés al no cumplir las expectativas.
En tercer lugar, es un trabajo poco gratificante. Son actividades que no suelen generar la percepción de logro, de avance personal o de recompensa y, al ser repetitivas e incontrolables, afectarán al bienestar, propiciando determinadas enfermedades físicas, psicofísicas o trastornos psicológicos como la ansiedad o la depresión.
Aunque no es una tarea fácil, se proponen cuatro estrategias que podrían ayudar a hacer frente a la carga mental que sufrimos las mujeres.
Una forma sería reflexionar sobre las normas y roles de género que incorporamos como propios y que guían nuestras metas, expectativas y modos de hacer.
Una segunda forma sería identificar las estrategias de afrontamiento que utilizamos ante los problemas más habituales y cambiarlas si no son las adecuadas, evitando rumiación, preocupación excesiva y evitación.
Una tercera forma sería identificar y cambiar ideas y creencias que nos estén perjudicando, que generan culpa, enfado, tristeza o ansiedad por no cubrir expectativas.
Como última estrategia ante la carga mental, se propone la comunicación asertiva y empática para solicitar la participación en la gestión de tareas del hogar, negociar y consensuar con la pareja e hijos, y así avanzar hacia modelos más satisfactorios de relaciones y en el desarrollo personal de los miembros de la familia.
La única solución para combatir la carga mental que recae sobre las mujeres en el ámbito doméstico, de los cuidados y familiar, es la organización en el trabajo, la división de tareas y la asunción de responsabilidades por parte de todas las personas que forman parte del sistema familiar.




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