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Brujas - Parte II: Brujas de Asturias y Europa.

  • Foto del escritor: rapiegasradfem
    rapiegasradfem
  • 1 nov
  • 4 Min. de lectura

Y como lo prometido es deuda, volvemos para seguir poniendo nombre y apellidos a esas mujeres que la historia prefirió quemar antes que reconocer.


Hoy ponemos el foco en nuestras tierras, en las brujas españolas, y muy especialmente en las que habitaron los montes y aldeas de Asturias. Indagando en estas historias, encontramos en primer lugar a María la Llobera.



Recreación artística de Ana María la Llobera, generada por IA.
Recreación artística de Ana María la Llobera, generada por IA.

Ana María García, La Llobera es una de las brujas de las que tenemos más documentación en Asturias, denunciada ante la Inquisición y de la que contamos con documentos del Santo Oficio. Nació en Posada de Llanes en 1623 y quedó huérfana muy temprano, pasando por casas de familiares como sirviente y sufriendo malos tratos y violencia durante su infancia y adolescencia. En la adolescencia quedó embarazada de un tío suyo, presumiblemente tras una violación, lo que la llevó a abortar e intentar huir. Escapó a casa de una vecina, Torvilvia Sánchez, y comenzó a vivir con otras mujeres, desarrollando mucha relación con Catalina González, quien la enseñó a pactar con el diablo.

Se dice que Ana María la Llobera aprendió a hacer conjuros y a pactar con el diablo, aunque aseguró en el juicio que no llegó a adquirir la condición de bruja, ya que no se puso la saya que Catalina le había dejado al morir. Tras la muerte de Catalina, Ana vivió en concubinato con diversos pastores durante años en la zona de Pajares, y comenzó a correr el mito de que podía manejar a los lobos, supuestamente siete de diferentes colores, considerados siete diablos a su servicio. Podía usar estos lobos tanto para atacar a sus enemigos como para proteger el ganado de quienes eran sus aliados.

Más tarde, se trasladó a Toledo, donde fue denunciada por la mujer del terrateniente (muy cristiana y pura) y acusada de ser pupila de Brujas, de pacto diabólico, de concubinato con varios pastores, de manejar a siete lobos para causar estragos en ganados y propiedades, y de practicar conjuros y artes diabólicas. Se defendió afirmando que no había llegado a ponerse la saya, y sorprendentemente solo recibió cuatro meses de encierro, tras los cuales nunca más se supo de ella. Este personaje histórico se conoce como capitana de lobos, y no fue la única; en España hay casos documentados en Extremadura y Galicia con figuras similares llamadas peeiras de lobos.


Amparo López, La Bruxa de Brañavara
Amparo López, La Bruxa de Brañavara

Otro ejemplo en Asturias es la bruja de Brañavara, Amparo López, conocida como A Roxua, famosa por sus dotes adivinatorias y por poder hablar con los muertos. Nació en 1917, hija de madre soltera llamada Rosa, en un pueblo aislado sin luz ni agua corriente hasta el siglo XXI, lo que permitió el desarrollo de sus habilidades. Se dice que fue bautizada con la estola negra, un rito del Jueves Santo que, según la tradición oral, indicaba poderes adivinatorios, y que heredó facultades de su madre.

Amparo era de ojos grandes y claros, y se la veía sola por el monte, cuidando ovejas, lo que le dio fama de poder comunicarse con los lobos y manejarlos a su antojo. Su popularidad creció tanto que acudían personas de Madrid, Galicia y León en busca de respuestas a problemas de salud, del ganado, muertes repentinas de familiares o ruidos nocturnos.

Amparo cumplía un papel muy importante, ofreciendo consuelo espiritual y psicológico a quienes atravesaban duelos, ayudando a calmar sus mentes y a encontrar tranquilidad, atribuida a su poder de comunicarse con los muertos. Testimonios de vecinos confirman su honestidad y buen hacer; nunca se aprovechó de la confianza de la gente. Sin embargo, al final de sus días vivió en pobreza, enfermedad y aislamiento, siendo cuidada por Amadita de Antonio hasta su muerte el 14 de enero de 1997.



Sala de Exposiciones del Museo Anna Göldin, en Glarus, Suiza
Sala de Exposiciones del Museo Anna Göldin, en Glarus, Suiza

Finalmente, la última bruja considerada y juzgada en Europa fue Anna Göldin, en Glaris, Suiza. Ana no cocinaba niños en una olla gigante; era criada en la casa del doctor Johann Jacobson, cuidando a sus cinco hijas. Una de ellas enfermó y, tras no poder explicarse la razón, Ana fue arrestada y torturada, acusada de magia negra y pacto con el diablo. La única “prueba” fue que la niña mejoró al dejar Ana de trabajar.

Algunas investigaciones sugieren que Ana era amante del doctor, y esta fue una forma de librarse de ella. Ya en época tardía, los juicios de brujería eran impopulares, por lo que Ana fue juzgada como envenenadora y decapitada en lugar de quemada viva. En 2008, el Parlamento del Cantón suizo rehabilitó públicamente su figura, explicando que no merecía pena capital.



Esperamos que te haya gustado conocer sus historias y que, en estos días y siempre, nos acordemos de todas ellas por todo lo que han aportado y defendido.

Que nada ni nadie nos haga callar compañera: sigamos hablando, aprendiendo y reconociendo su legado.

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