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Foto del escritorCarlota Bárcena Fernández

La representación de las mujeres prostituidas en el cine



“La rentabilidad creciente y la expansión de la industria global del sexo dependen de su aceptación social. Requieren que los gobiernos acepten o legalicen la industria” —dice Sheila Jeffreys (2011, 24). Esta aceptación social se construye a través de los medios de comunicación y de la cultura (Arranz 2010, 22-23). El cine ha ayudado a que ciertos mensajes hayan calado en la sociedad gracias a la naturalización del papel de la prostituta y de los clubs de alterne que salen en las películas frecuentemente.


El cine es una herramienta cultural de construcción social, de educación y producción de formas de relacionarse, de pensar, de ver el mundo. El cine ha sido y es uno de los instrumentos esenciales para que esto se haya dado, ya que tiene la capacidad de proponer paradigmas y contribuir a la construcción de identidades. El cine va más allá del mero entretenimiento. Tiene un papel muy importante a la hora de construir un imaginario social (Arranz 2010, 24-28). El consumo de material audiovisual puede tener gran poder para la formación del yo[1], como explica John B. Thompson (2003, 260-283) con teoría de la comunicación.


El cine

La prostitución ha sido un tema muy recurrente en el cine. Hay que decir que la mayoría de las películas en las que se hace referencia a ella están hechas por hombres. El poco material audiovisual hecho por mujeres es muy diferente al resto, ya que los personajes son mucho más complejos, así como su guion, sus vidas e incluso las causas por las que se ven abocadas a ejercer la prostitución la prostitución. En la película Joy (Sudabeh Mortezai, 2018) vemos el caso de una mujer nigeriana que es víctima de trata y ejerce la prostitución en las calles de Austria. Otro ejemplo es Eden(Megan, Griffiths 2013), en la que una chica coreana-americana es secuestrada con el fin de ser explotada sexualmente.A pesar de que en el caso de Alanis (Anahí Berneri 2017) no hay un secuestro o cautiverio, sí hay una situación de necesidad muy extrema que lleva a la protagonista a ejercer la prostitución en la calle. La verdad oculta (Larysa Kondracki, 2012) cuenta la historia de una agente de policía de Nebraska que va a Bosnia y descubre una red de trata en la que algunos hombres que pertenecen a la ONU están implicados.


Estas películas están basadas en hechos reales y evidencian historias que se dieron o que se están dando en la actualidad en la industria del sexo. Este tipo de cine incluye contenidos muy marcados políticamente, de denuncia, por lo que la labor de documentación es muy profunda. Por otro lado, el presupuesto para estos proyectos audiovisuales fue bajo, por lo que muchas de estas películas podrían estar dentro de lo que se conoce como cine independiente. En este sentido, otro factor crucial es que estos filmes son realmente distintos a las creados por hombres. A continuación, se muestran algunos patrones que encontramos en el cine que trata la explotación sexual (hecho por hombres) y que, en la mayoría de las ocasiones, podemos asimilar al cine mainstream.


La mirada masculina hacia las mujeres que se encuentra en situación de prostitución suele ser paternalista, condescendiente, comprensiva y benévola. Torrente 3(2005) el humor hace propaganda moralizante: “rescatemos a la pobre inmigrante y dignifiquemos la profesión cuando se ejerce libremente”, “a pesar de que la prostitución me parezca absolutamente vejatoria para la mujer, si me invitas…” (Arranz, 264-267). Películas como Pretty Woman (Garry Marshall 1990), Pantaleón y las visitadoras (Francisco Lombardi 2000), Bruna Surfistinha (Marcus Baldini 2011), Jeune et jolie (François Ozon 2013) han sido mucho más taquilleras que las realizadas por mujeres. Han recaudado mucho más dinero, han sido más vistas y podrían catalogarse muchas de ellas dentro del cine mainstream. La mirada voyeurística, es decir, del espectador como voyeur es muy reiterada en los largometrajes. Parecen películas destinadas al público masculino heterosexual y normativo. Azali (Kwabena Gyanash 2018), Las elegidas (David Pablos 2015), Shéhérazade (Jean-Bernard Marlin 2018) o Lilja 4-ever (Lukas Moodysson 2002) son excepciones de películas hechas por hombres que rompen con lo dicho anteriormente.


La figura de “la prostituta feliz” es muy común en el cine. La idea de que la prostitución es una opción personal que está a disposición de todas las mujeres, independientemente de su raza o clase, es usual en el cine más popular. Esto ha ayudado a configurar una idea sobre el consentimiento y la capacidad de elección que resulta muy reduccionista. Películas como Whore (Ken Russell 1992) alimentan un discurso completamente irreal que parte de la escasa documentación para crear a la protagonista, la cual es presentada de un modo superficial. En el cine español, un ejemplo claro son las prostitutas de las películas de Pedro Almodóvar (¿Qué he hecho yo para merecer esto? o Todo sobre mi madre). Agrado y Cristal son presentadas como mujeres que han escogido la prostitución voluntariamente y son libres (García 2015, 2-25). El guion recalca constantemente una supuesta vocación de ser prostituta, lo que, junto con un tratamiento humorístico, produce una visión romantizada y dulcificada de la explotación sexual.


Pilar Aguilar (1998, 65-72) hace un análisis del cine español de los noventa y afirma que es habitual que la prostitución sea representada como una vocación. Los argumentos prosex calan en el cine, lo que produce una visión en la que la prostitución es equiparada al resto de trabajos. Que estas películas tan taquilleras hagan tanta incidencia en la capacidad de elección y en la libertad de las prostitutas normaliza estos argumentos. Todo esto influye en la aceptación social de la supuesta vocación de algunas mujeres para ejercer la prostitución y se configura un ideario respecto a las mujeres en situación de prostitución y su rutina. Las prostitutas representadas suelen estar desconectadas de su personalidad y el sexo es presentado como algo mecánico, extracorpóreo, como una actividad trivial. Esta visión tan estrecha de la sexualidad entra en contradicción con la idea de la prostitución como vocación anteriormente descrita y, además, demuestra los mecanismos de defensa (disociación) a los que las mujeres prostituidas han de enfrentarse para poder seguir adelante.


La idea de la “prostituta feliz” es un mito que han desmentido supervivientes de la prostitución[2]. Sin embargo, aunque el mito debería ser considerado ficción, cala en el imaginario social, como asegura Pilar Aguilar (1998, 188): “El cine participa de forma efectiva y poderosa en la producción social de la subjetividad”. En definitiva, la “prostituta feliz” perpetúa la idea de una falsa vocación que se desarrolla por medio de la libertad y que se construye en oposición a las experiencias y los sufrimientos de muchas mujeres.


Es esencial el cine que representa la verdad a través de la ficción y a través de mujeres como protagonistas. En muchas ocasiones, este cine es minoritario, con pocos espectadores, pero es el que mejor refleja la prostitución y la falta de libertad de las prostituidas. En la mayoría de las ocasiones, estas películas tienen un objetivo de denuncia de situaciones de violencia y abuso y contribuyen a concienciar socialmente para erradicar la esclavitud que aún persiste en nuestro siglo (Corbalán 2013, 43). Kathleen Barry entiende que “el primer paso hacia la libertad consiste en quitar las cortinas del secretismo que gira en torno a la esclavitud sexual” (Ibíd. 2013, 43) Mientras tanto, el cine socialmente comprometido tratará de dar visibilidad a las invisibles.


 

[1] Para la “formación del yo” y, en concreto, para la creación de la identidad de la prostituta como símbolo de la otredad (Beauvoir 1949,2006; 713-734), es necesaria la influencia del cine. Kate Millet había señalado cómo a través de la cultura calan mensajes que refuerzan las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Las sociólogas, antropólogas y psicoanalistas feministas desarrollaron una crítica cinematográfica muy importante y extensa. Annette Kuhn (1991) o Laura Mulvey (1998) son claros ejemplos. La teoría fílmica feminista ha sido desarrollada durante décadas a través del análisis de los textos de películas, del discurso cinematográfico y de la mirada (Arranz 2010, 62-65).

[2] “Quienes hablan en primera persona se enfrentan a un gran mito, el de la ‘puta feliz’. Una leyenda que ellas mismas creyeron alguna vez, muy al principio. ‘El relato que se construye es el de la puta feliz que se empodera siendo penetrada vaginal, anal y bucalmente’, denuncia la hispano-rumana Amelia Tiganus, miembro de Feminicio.net. ‘Porque los 'puteros' quieren putas felices. Si nos ataran a la cama, ellos no pagarían por nosotras. Yo nunca pensé ni quise ser puta. Pero te dicen: no seas tonta, utiliza tu cuerpo. Cuando te captan es como una luna de miel. La vida es bonita, no por lo que haces en ese momento, sino por lo que viene después, el sueño. Nadie piensa en ser puta toda la vida. Después viene el infierno, que está aquí al lado. Dejémonos de inventar historias de PrettyWoman” (Chiappe 2019, https://www.lasprovincias.es/sociedad/mito-puta-feliz-20190205194617-ntrc.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F).


 

Bibliografía:

  • AGUILAR, Pilar. 1998. Mujer, amor y sexo en el cine español de los 90. Madrid. Ed. Fundamentos.

  • ARRANZ, Fátima. 2010. Cine y género en España. Madrid. Ed. Cátedra feminismos.

  • CHIAPPE, Doménico. 2019. “Contra el mito de la 'puta feliz'”. Las provincias, publicado el 6 de febrero (https://www.lasprovincias.es/sociedad/mito-puta-feliz-20190205194617-ntrc.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F).

  • CORBALÁN, Ana. 2013. “Cine de denuncia contra las redes globales de prostitución: paralelismo entre Barcelona y Buenos Aires”. Revista Letras Femeninas, 39: 33-47 (https://www.jstor.org/stable/44734709).

  • GARCÍA ESPEJO, Juan Francisco. 2015. “La representación de la mujer prostituta en la obra cinematográfica de Pedro Almodóvar”. Universidad de Gotemburgo, INSTITUTIONEN FÖR SPRÅK OCH LITTERATURER (https://gupea.ub.gu.se/bitstream/2077/39351/1/gupea_2077_39351_1.pdf).

  • JEFFREYS, Sheila. 2011. La industria de la vagina.Buenos Aires. Ed. Panidós.

  • KUHN, Annette. 1991. Cine de mujeres, feminismo y cine. Madrid. Cátedra.

  • MILLET, Kate. 1969, 2018. Política Sexual. Madrid. Ed. Cátedra (Grupo Anaya, S.A.).

  • MULVEY, Laura. 1975. Placer visual y cine narrativo.Valencia, Episteme.

  • THOMPSON, John B. 2003, 1998. Los “media” y la modernidad: una teoría de los medios de comunicación. Barcelona. Ed. Panidós.



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