Cuando la prensa reproduce y refleja lo que pensamos como sociedad
Lo que está mal en esta noticia es lo mismo que apesta a rancio y alcanfor en nuestra sociedad. Una mujer es agredida por un hombre con el que mantiene relaciones de forma aparentemente habitual. Un amigo, conocido, compañero por los lazos que, inevitablemente, la intimidad estrecha. ¿Alguien puede dudar que es un caso de violencia de género? ¿A alguien -y, sobre todo, a alguna- no le suena demasiado familiar esta historia?
El problema parece surgir cuando la mujer decide no callar, como hacemos la mayoría, y denunciar. -Lo siento, lo primero decirle “Bravo, eres valiente”; lo segundo, “Gracias, gracias por atreverte a plantar cara donde otras no somos capaces”.- Por si la agresión fuera poco, ante la denuncia, el entramado patriarcal se vuelve más severo reflejándose en el trato que dan al caso y al maltratador tanto la policía como el periodista.
La noticia centra toda la importancia en que un hombre fue denunciado en lugar de en que una mujer fue agredida. Ese es el hecho que narra, el acontecimiento objetivo a compartir con el lector. De forma velada se pone en tela de juicio lo que realmente debería contarse. De la mujer maltratada solo se dice que sufrió lesiones leves -intentando restar importancia al hecho: si realmente ocurrió no fue para tanto, es una exagerada por denunciar- y que mantenían relaciones sin ser pareja. ¿Quiere decirnos que quizá se lo merecía por fácil, por puta, por írselo buscando? Quizá no hubiera ocurrido si hubiera sido una buena mujer, como Dios y el hombre mandan.
Al agresor solo lo citan en comisaría para aclarar si eran pareja, como si solo así fuera violencia de género. Parece ser que si no hay promesas de amor eterno, el machismo y relaciones de poder basadas en la sumisión de la mujer ante el dominio del hombre desaparecen. Sin relación estable ya no es posible el maltrato, ni te humilla, ni te pega, ni te viola, ni te mata por el hecho de ser mujer y lo que ello implica en nuestra sociedad.
La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer AG ONU, 1993 define violencia de género de la siguiente manera:
Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada.”
Desde la legislación española se contemplan ciertos matices. Así, la Ley Orgánica 1/2004 Artículo 1, de Protección Integral contra la Violencia de Género la define así:
Todo acto de violencia (…) que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia. (…) que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.”
Al analizar lo ocurrido desde la definición que otorga la ONU, este caso debería ser considerado inmediatamente violencia de género, sin ninguna duda. El amparo de la ley española a las mujeres maltratadas está abierto a interpretaciones al depender de un vínculo de pareja o similar entre la mujer y su agresor. La clave está en qué considera cada cual que implica ese similar. ¿Acaso las relaciones más o menos habituales con una persona conocida de tu entorno, a lo que llaman “follamigo”, no se considera una relación similar de afectividad? ¿Consideramos el afecto como algo exclusivo de una pareja entendida a la manera tradicional? ¿Está el afecto únicamente vinculado al compromiso consciente a largo plazo y a la exclusividad sexual? ¿Qué entendemos por relación? La RAE lo define como “conexión, correspondencia, trato, comunicación de alguien con otra persona”. ¿Acaso radica en el compromiso y la exclusividad la posibilidad de relaciones de poder y la toxicidad? Si consideramos eso, quizá tengamos que replantearnos cómo aplicamos en nuestra vida y relaciones estos conceptos -compromiso y exclusividad-.
Por otro lado, pensar en enfocar una ley que proteja a las mujeres del maltrato solo si estas se encuentran dentro de una relación de pareja estable parece querer inculcar en nosotras la idea de que eso es lo correcto, eso debemos procurar o, de lo contrario, no podrán -o no querrán- protegernos. De esta manera, la propia ley, o cierta manera de interpretarla, garantiza ese sometimiento de la mujer a los roles de género, su sumisión dentro del mito del amor romántico y su reclusión al ámbito privado -“el amor ha sido el opio de las mujeres”-. Parece querer evitar que, por su propio bien y llevada por el miedo ante esa falta de protección, la mujer viva una vida libre, por y para ella, estableciendo la cantidad y tipo de vínculos que y como ella desee.
Sin embargo, entendiendo las relaciones como algo más amplio, ciñéndose a la definición de la RAE y a lo que el sentido común nos puede decir en torno al afecto, -y desde un punto de vista menos impregnado de machismo- este caso sería también considerado violencia de género por la legislación española. Aún así, el engranaje patriarcal funciona y desde la policía consideran que es necesario dilucidar el tipo de relación que les une, con o sin etiqueta y sus implicaciones, para decidir si considerarlo violencia de género o no.
Llama la atención también cómo el propio agresor afirma haber tenido varios incidentes a lo largo de su relación de “follamigos”. Se minimiza la importancia de la denuncia, se evita contar la versión de la agredida y se crea una sensación en el lector de que lo más seguro es que sea mentira, o una exageración. Con la alusión al “varios incidentes” se da a entender de manera no explícita que la mujer es conflictiva y han tenido ya problemas por ello. ¿Por qué no se interpreta esta referencia como un testimonio que apoya lo denunciado por la agredida y aporta además el dato de que no sería la primera vez que es víctima de malos tratos a manos de este hombre? ¿Por qué se entiende como algo que lo exculpa y la culpabiliza a ella? Entonces… ¿quizá se lo merecía?
Esta noticia muestra también esa complicidad de la madre y la agente en el juego del patriarcado. El machismo inherente a nuestra sociedad alcanza de tal manera a la socialización de las mujeres que nosotras mismas acabamos incurriendo en ello y participando como víctimas pero también aliadas inconscientes del entramado. La agente aconseja al maltratador abandonar ese tipo de relaciones que ella misma tilda de tóxicas, sin explicar el motivo. Incide así en la culpabilización de la agredida, en lo insano de ese tipo de relaciones no estables, y en la identificación del maltratador como verdadera víctima.
En cuanto a la madre del agresor, cabe destacar su mera mención en una noticia tan breve, sobre todo si se confronta con el hecho de que no se da voz a la víctima ni apenas se la menciona. Se intenta vender con esto esa cara amable, familiar, del maltratador y mostrarlo como alguien quizá dócil o sumiso frente a las mujeres. Continuando con la madre, y dándole esta la razón a la agente, recomienda a su hijo recurrir a prostitutas. Por si no hubiera suficientes motivos en esta noticia para llorar y enfurecerse, se le pone el cierre con la normalización de la prostitución. Si el hombre no sabe tratar con respeto a una mujer, entonces que pague por ello. Se deja entrever cómo en la prostitución el trato vejatorio es la norma y no tiene consecuencias.
Lo peor de todo no es que la sociedad, como esta noticia, apeste. Lo peor es que, SEÑORES, NOS ESTÁIS MATANDO. Nos estáis matando vosotros y esta peste que lo infesta e infecta todo, haciendo que todos no solo miren a otro lado, sino que además sean capaces de decirte a la vez que es mentira y que es tu culpa.
Imagen:@produtoramidtrack
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